A pesar de lo que se ve en la mayoría de imágenes de autoayuda que circulan incansablemente en Internet, nuestro poder no es el optimismo, ni la simplista atracción de lo deseado, ni siquiera la autocompasión como terapia. Nuestro gran poder es la elección, que te puede llevar a creer en alguno de los métodos mencionados, o a realizar un trabajo de introspección, establecer metas y ponerse en marcha hacia ellas, con la absoluta seguridad de que no será sencillo lograrlo sin sacrificio y mucha fuerza de voluntad.
Quien haya leído algunas de mis obras y artículos, sabrá que mi filosofía no se caracteriza precisamente por el idealismo, el optimismo barato ni el ‘porque yo lo valgo’, sino más bien por un incómodo realismo, por la aceptación del inevitable contraste negativo que permita evolucionar y desarrollar la capacidad de elegir, aprendiendo a establecer los límites entre lo que parte de dentro, y lo que empuja desde afuera.
A pesar de lo que se ve en la mayoría de imágenes de autoayuda que circulan incansablemente en Internet, nuestro poder no es el optimismo, ni la simplista atracción de lo deseado, ni siquiera la autocompasión como terapia. Nuestro gran poder es la elección, que te puede llevar a creer en alguno de los métodos mencionados, o a realizar un trabajo de introspección, establecer metas y ponerse en marcha hacia ellas, con la absoluta seguridad de que no será sencillo lograrlo sin sacrificio y mucha fuerza de voluntad.
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Hoy en día, se habla a menudo de las personas orgullosas con cierto tono despectivo, como si esa actitud conllevase necesariamente a la prepotencia y al menosprecio. Basta con fijarse en figuras públicas reconocidas como orgullosas, por ejemplo, campeones dignos de admiración como el boxeador Floyd Mayweather, o el futbolista Cristiano Ronaldo, y la gran cantidad de haters que tienen a sus espaldas, quienes les restan méritos en favor de otros competidores que suelen mostrar en público un comportamiento más discreto. La cuestión es que se crea una tendencia en la opinión pública que normaliza el hecho de atacar inmediatamente cualquier cosa que tenga que ver con el auto reconocimiento, con la expresión de la autoestima. Ello conduce a una situación en la que parece que, si estás orgulloso de ti mismo, no puedes manifestarlo, porque está mal visto, siendo la solución ocultar esas emociones y hacer ver que “no es para tanto”, que “la suerte ha estado de cara”, o que “fue gracias al apoyo de terceras personas”, tópicos que quedan tan bien ante nuestros interlocutores, pero que reprimen en buena parte el amor propio, por temer que se vuelva en nuestra contra. Existen pocas situaciones más placenteras que la de aislarse temporalmente, perderse y tener la sensación de que nadie puede saber de ti, ni tú de nadie, sobre todo en casos de crisis personales o de acumulación de estrés. Sin embargo, no siempre es posible hacerlo, ya sea por tiempo o el absurdo miedo a la soledad. Por ello, en el libro ‘Génesis del Liderazgo’ introduje un concepto que puede servir como técnica para tratar de alcanzar esa paz mental, que ayude a enfriar y tomar mejores decisiones, sin necesidad de forzarla yéndose lejos o cerrándose eventualmente a otros: el marco. Inspirado en la obra de George Lakoff, 'No pienses en un elefante', aunque menos enfocado en el marketing y más en la percepción de la realidad, el marco se refiere a la construcción mental de nuestro ámbito de influencia, y nos permite identificar y comprender hasta qué punto debemos dar importancia a ciertas informaciones que circulan en el entorno, siendo capaces de evitar que nos afecten negativamente estemos donde estemos, sin necesidad de alejarnos, encerrarnos, o llevar a cabo reacciones poco recomendables. Uno de los nuevos retos que afrontamos en el actual mercado laboral, aún a caballo entre la industria tradicional y la ‘era de la Información’, es la venta de servicios intangibles (al menos en una primera fase), es decir, de ideas, planes, conocimiento, accesos premium a aplicaciones… Así ocurre en el caso del coaching y la consultoría, profesiones que encajan a la perfección en el nuevo modelo productivo, pero pocos le otorgan el valor que merecen por el hecho de no ofrecer resultados palpables de manera inmediata. A pesar de que para dar a conocer este tipo de servicios es posible aplicar el tradicional concepto de marketing, existen algunas evidentes dificultades a la hora de ofrecerlos. Una de las estrategias más utilizadas a la hora de promocionar intangibles, es disfrazarlos de productos, es decir, venderlos en forma de paquetes que se centran en prometer resultados, pero no tanto en detallar el proceso que llevará a conseguirlos. Hace casi un año y medio, una persona que me había visto en un medio de comunicación presentando mi primer libro, me comentó durante un encuentro posterior que le había gustado todo lo que había dicho, salvo una cosa, la frase “si no estás en Internet, no existes”, alegando que si eso fuera cierto, su abuela no existiría. Enseguida le expliqué que, obviamente, no hablaba de existencia personal, sino profesional; pareció comprenderme, aunque no se quedó a gusto. No me considero un especialista en redes sociales (sí lo es mi compañera en esta firma consultora), aunque el correcto manejo de la comunicación e imagen de personas y agrupaciones implica conocer bien todo lo relacionado con ellas, y después de muchas experiencias, unos cuantos meses después de la anécdota mencionada, solo puedo reafirmar aquella frase que me pronuncié casi inconscientemente. Desde muy jóvenes comenzamos a modelar nuestra identidad, nos damos cuenta de la importancia que tiene la imagen a la hora de relacionarnos con otras personas, y cómo ésta puede ser determinante para alcanzar la aprobación o popularidad que todos hemos deseado en algún momento de nuestra infancia, adolescencia e incluso edad adulta. Por eso, nos mimetizamos con lo que vemos afuera, con el comportamiento de las personas que admiramos, con lo que aparece en la televisión y las revistas, etc. Es muy común encontrar a personas que aparentan ser oscuras, duras y distantes, cuando en situaciones de confianza, demuestran ser todo lo contrario. Del mismo modo que es fácil toparse con alguien que enseña una continua sonrisa, una actitud extrovertida y amigable, para acabar demostrando ser más cerrado y egoísta de lo que parecía. La Imagen, junto al Liderazgo, es la especialización que mejor define nuestra formación y actividad profesional. Toda nuestra filosofía, textos y campo de trabajo están orientados al desarrollo personal y organizacional a través de la comunicación, lo que finalmente deriva en una mejor percepción por parte del entorno, es decir, en una imagen pública positiva. Con este texto, pretendo crear una introducción para los futuros artículos que introduzca dentro de la categoría ‘Imagen’ (a la derecha del blog). Es más frecuente de lo que parece confundir el coaching con la consultoría, hasta el punto de llegar a utilizarlos como sinónimos. Se trata de dos formas de trabajar que comparten finalidad, pero que emplean una metodología casi opuesta. Por ello, en Projection Code: Coaching & Consulting establecemos una clara diferenciación entre los dos servicios desde el mismo nombre de la firma. En ambos casos se persigue un objetivo similar, el coach y el consultor trabajan con su cliente para ayudarle a conseguir una meta que suponga algún tipo de mejora o cambio positivo, ya sea genérica o concreta. Sin embargo el método y la estrategia utilizadas son muy distintas, tanto que son perfectamente compatibles, sobre todo en el caso de las organizaciones. Para comprender el origen de la comunicación efectiva es necesario reflexionar con amplitud y profundidad; la teoría que planteo en el libro Génesis del Liderazgo aborda esta cuestión, y para ello parto de lo general, de una cosmovisión basada en la idea de ‘Unidad’, creando así una filosofía global a partir de la que explicar conceptos más concretos. La comprensión del universo como un ente unido es la primera de las siete claves del camino hacia la realización personal. La Unidad hace referencia a que vivimos en un mundo conectado, un puzzle formado por innumerables piezas que dan forma a todo lo que nos rodea. Nosotros somos unas de esas piezas. |
Miguel Ángel Matilla Blanco: coach, consultor y escritor
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Octubre 2017
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