
A menudo hablamos de la intuición como un pálpito o sensación repentina, que aparece de la nada y parece indicarnos algo, aunque sin la certeza de que ese presentimiento pueda ser real o no, razón suficiente como para no fiarnos de él. Sin embargo, se trata de una de las herramientas naturales de desarrollo personal más efectivas de las que disponemos, y su reconocimiento puede otorgarnos grandes beneficios.
Pese a que el estudio de la intuición es un clásico de la investigación psicológica, a día de hoy, la ciencia no ha logrado aclarar sus porqués, más allá de desglosar tipologías y definiciones que han ido evolucionando a lo largo de los años. La teoría del conocimiento define a la intuición como la capacidad de comprender algo instantáneamente, sin recurrir al razonamiento, y suele presentarse como reacciones emotivas ante determinados sucesos.
Una vez comprendido lo que dice la teoría, conviene agregar que la intuición no es un hecho tan casual como pueda parecer, surge de un estado del ser apropiado, al que llegamos de forma voluntaria o involuntaria. Esta reacción perceptiva no es, por tanto, un simple resultado del azar, sino que responde a un estado emocional esencial, el que se vive cuando el sujeto libera su conciencia y bloquea la participación del pensamiento racional, es decir, de la mente.
Las personas intuitivas son aquellas que reconocen fácilmente los mensajes provenientes de su interior, y sacan provecho de su gran beneficio, el de guiarles en el camino hacia su propósito. La intuición despierta la creatividad, aclara dudas y ayuda a identificar e interpretar emociones, propias y ajenas.
No existen trucos para hacerla más evidente, pero sí es posible aprender progresivamente a identificarla, analizando si nos encontramos en el estado emocional adecuado como para recibir un mensaje tan revelador desde nuestra conciencia, o tal vez simplemente se trate de otra elucubración mental creada por el razonamiento y la influencia de estímulos externos.
Una vez comprendido lo que dice la teoría, conviene agregar que la intuición no es un hecho tan casual como pueda parecer, surge de un estado del ser apropiado, al que llegamos de forma voluntaria o involuntaria. Esta reacción perceptiva no es, por tanto, un simple resultado del azar, sino que responde a un estado emocional esencial, el que se vive cuando el sujeto libera su conciencia y bloquea la participación del pensamiento racional, es decir, de la mente.
Las personas intuitivas son aquellas que reconocen fácilmente los mensajes provenientes de su interior, y sacan provecho de su gran beneficio, el de guiarles en el camino hacia su propósito. La intuición despierta la creatividad, aclara dudas y ayuda a identificar e interpretar emociones, propias y ajenas.
No existen trucos para hacerla más evidente, pero sí es posible aprender progresivamente a identificarla, analizando si nos encontramos en el estado emocional adecuado como para recibir un mensaje tan revelador desde nuestra conciencia, o tal vez simplemente se trate de otra elucubración mental creada por el razonamiento y la influencia de estímulos externos.