![]() Hoy en día, se habla a menudo de las personas orgullosas con cierto tono despectivo, como si esa actitud conllevase necesariamente a la prepotencia y al menosprecio. Basta con fijarse en figuras públicas reconocidas como orgullosas, por ejemplo, campeones dignos de admiración como el boxeador Floyd Mayweather, o el futbolista Cristiano Ronaldo, y la gran cantidad de haters que tienen a sus espaldas, quienes les restan méritos en favor de otros competidores que suelen mostrar en público un comportamiento más discreto. La cuestión es que se crea una tendencia en la opinión pública que normaliza el hecho de atacar inmediatamente cualquier cosa que tenga que ver con el auto reconocimiento, con la expresión de la autoestima. Ello conduce a una situación en la que parece que, si estás orgulloso de ti mismo, no puedes manifestarlo, porque está mal visto, siendo la solución ocultar esas emociones y hacer ver que “no es para tanto”, que “la suerte ha estado de cara”, o que “fue gracias al apoyo de terceras personas”, tópicos que quedan tan bien ante nuestros interlocutores, pero que reprimen en buena parte el amor propio, por temer que se vuelva en nuestra contra. Finalmente, se trata de un problema de educación: el público neutral ama a Messi, y odia a Cristiano Ronaldo; ama a Manny Pacquiao, y odia a Floyd ‘Money’ Mayweather, cuando todos ellos han demostrado estar a la altura de sus rivales, e incluso por encima en determinados momentos, habiendo logrado sus objetivos y siendo deportistas ejemplares, constantes y exitosos.
Lo que no se suele comentar, es que Messi y Pacquiao, siguiendo con el mismo ejemplo, también son orgullosos, también desean imponerse, sentirse los mejores y hacer saber que lo son. Existe, eso sí, una gran diferencia: la comunicación. La actitud de Ronaldo y Mayweather es demasiado natural, demasiado sincera; mientras que sus oponentes, posiblemente mejor asesorados por profesionales que conocen los beneficios de lo políticamente correcto, reprimen en cierta medida una expresión triunfalista, y adoptan como propio un estilo basado en la humildad, en el “yo soy como tú”, que poco tiene que ver con la realidad, ya que no dejan de ser deportistas únicos en sus disciplinas, con una vida prácticamente opuesta a la del resto de los mortales. ¿Dónde está el problema? En que Mayweather aparece después de ganar un combate luciendo un fajo de billetes y diciendo que es imparable; mientras que Pacquiao, cuando gana, no muestra el dineral conseguido (aunque lo tiene) y dice que ha sido gracias al apoyo de todos. En que cuando Ronaldo anota se quita la camiseta, luce el músculo que tanto le cuesta mantener, y dice “aquí estoy yo”; mientras que Messi, cuando marca un gol que sólo él puede hacer, se dirige sonriente hacia sus compañeros y se oculta entre ellos. En principio, queda claro que el comportamiento de los segundos casos es más aceptable, correcto, e incluso admirable, sin embargo, ¿qué ocurre cuando las cosas no salen tan bien? Floyd y Cristiano se cabrean con ellos mismos, y reprochan las injusticias si creen que existen. ¿Y Manny y Lionel? Lo mismo, o incluso de forma más descarada, criticando decisiones externas, amenazando con no participar en eventos o irse a otro club, excusándose con lesiones repentinas. Es entonces cuando sí les sale lo sincero, lo natural, cuando no se muestran como uno más, sino como alguien único que merece un reconocimiento y atención especial. La conclusión a la que lleva esta reflexión es que el orgullo, aunque exagerado puede provocar malas reacciones, no deja de ser una virtud, una cualidad interna que hace a una persona valorarse positivamente, creer en sus posibilidades y moverla hacia sus metas. Está claro que se puede comunicar de una forma u otra, siendo más ostentoso, o menos, en busca de una imagen pública más favorable, pero el orgullo y el éxito están íntimamente relacionados, sobre todo a la hora de mantener éste último. Tanto Mayweather, Pacquiao, Ronaldo como Messi son grandes profesionales, deportistas únicos en su estilo, y todos ellos tienen la virtud del orgullo, , luchan por conseguir triunfos y mantener un alto nivel, por tanto, es incorrecto utilizar el calificativo ‘orgulloso’ de forma despectiva, ocurre simplemente que comunican sus éxitos de forma diferente. Para ser exitosos, tenemos que ser orgullosos, por lo que no puede ser algo negativo.
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Miguel Ángel Matilla Blanco: coach, consultor y escritor
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Octubre 2017
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