Quien haya leído algunas de mis obras y artículos, sabrá que mi filosofía no se caracteriza precisamente por el idealismo, el optimismo barato ni el ‘porque yo lo valgo’, sino más bien por un incómodo realismo, por la aceptación del inevitable contraste negativo que permita evolucionar y desarrollar la capacidad de elegir, aprendiendo a establecer los límites entre lo que parte de dentro, y lo que empuja desde afuera. A pesar de lo que se ve en la mayoría de imágenes de autoayuda que circulan incansablemente en Internet, nuestro poder no es el optimismo, ni la simplista atracción de lo deseado, ni siquiera la autocompasión como terapia. Nuestro gran poder es la elección, que te puede llevar a creer en alguno de los métodos mencionados, o a realizar un trabajo de introspección, establecer metas y ponerse en marcha hacia ellas, con la absoluta seguridad de que no será sencillo lograrlo sin sacrificio y mucha fuerza de voluntad. No hay mejor prueba para comprobar si se está errando al fijar tus propios límites que el lamento, la queja (en el sentido de pataleta, no de protesta organizada), cualquier impulso que te empuje a ceder ante la presión externa y abandonar tu propósito. Y esa rendición, esa resignación a seguir un camino impuesto, es lo que siempre se ha conocido como debilidad.
Un mal que afecta a gran parte de la población mundial, por no decir a todo el planeta, y con terribles consecuencias para su salud mental y la de su entorno, más aún cuando conocemos su consecuencia inmediata: la manipulación. Y no únicamente aquella referida al chantaje emocional interpersonal, que se puede sufrir ante amigos o familiares que quieran aprovechar nuestra debilidad para su interés, sino ceder a una manipulación más sutil, pero no menos poderosa y eficaz, la social. Si negamos nuestra capacidad de elección, damos prioridad a la influencia de estímulos externos, y facilitamos así los efectos de la publicidad y las corrientes de opinión, forzándonos a llevar una vida distinta a la que realmente desearíamos, por miedo a la desaprobación. Es necesario mencionar que el hecho de que puedas elegir y crear tus propios límites, en base a tus recursos y habilidades, no es necesariamente sinónimo de libertinaje, aunque pudiera serlo si el individuo así lo decide. Se sobreentiende que los límites están sintonizados con los valores y creencias que una persona defiende, y el sentido común, así como el respeto y la tolerancia, son básicos. El resultado de esta visión más basada en el autodescubrimiento y deseo de realización, que en dejarse llevar por lo aparentemente bien visto por el entorno cercano y global, es la posibilidad de desarrollar libremente una de las grandes claves de la evolución personal: la organización. Una planificación de nuestra vida basada en nuestros intereses esenciales, en nuestros propios objetivos, independientemente de la influencia y presión ajena y, por tanto, con una mayor facilidad para librar obstáculos y convertirnos en lo que sólo nosotros queremos ser, y no lo que otros quieren que seamos. Reconoce tu capacidad de fijar tus propios límites a través del poder de la elección, para evitar la debilidad y su efecto, la manipulación, y así organizar una vida basada en lo que realmente quieres ser.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Miguel Ángel Matilla Blanco: coach, consultor y escritor
Categorías
Todo
Archivo
Octubre 2017
|